Capítulo 4

A Moveable Feast

 How do you know I'm mad?" said Alice. 

"You must be", said the Cat, "Or you wouldn't have come here."  

 

Lewis Carroll

     Una gota de agua se desliza por el costado de acero brillante del cubo de hielo. Una botella con líquido de color ámbar flota en el cubo de hielo, como un iceberg en el océano, esperando a su Titanic. Las hambrientas novias se abalanzan con avidez sobre las hamburguesas, amablemente servidas por la camarera. Los vasos empañados se levantan y chocan con un brindis festivo. La vajilla retumba, las sillas de hierro se mueven ruidosamente por la terraza alrededor de la mesa: las chicas no pueden sentarse, saltan de un lado a otro, llenas de emociones. Los gorriones pelean por las migas de pan y las papas fritas arrojadas por una generosa mano femenina. Los velos ondean en el viento y juguetonamente intentan sumergirse en los vasos, platos, el cubo de hielo, o incluso volar hacia el cielo sobre el vasto espacio del río. Las chicas controlan los traviesos velos, riendo: el ánimo festivo las llena tanto que es sorprendente que ellas mismas aún no hayan volado sobre la ciudad.

     Saciadas, se quedan quietas, descansando. Algunas se recuestan contra la pared, otras se balancean en las sillas, algunas cuelgan de las barandillas de la terraza, otras chapotean en la fuente, algunas bailan y cantan, agitando el velo y extendiendo sus manos en dirección al río. Los visitantes del café observan con tímida curiosidad el desenfreno de las novias, y algunos incluso se atreven a iniciar una conversación. ¿Es su graduación? ¿Cumpleaños? ¿Bodas? Las carcajadas acompañan la conversación en español entrecortado, y el visitante regresa a su mesa aún más sorprendido y perplejo.

La camarera trae pedazos de pastel y enormes tazas de café, y la fiesta de las novias se asemeja cada vez más a una fiesta infantil. Las risas y los gritos acompañan la rosa de crema que cae en un vestido. Las novias comienzan a correr de un lado a otro entre la terraza y el baño, y toda la sala se impregna lentamente con la atmósfera de una fiesta matutina.

     Cuando las chicas se disuelven en el calor del mediodía, en la terraza quedan montañas de platos y tazas, sillas dejadas en desorden y un velo olvidado. Los gorriones se abalanzan alegremente sobre los restos del banquete. El viento balancea la puerta del café en busca de sus alegres amigas. Los visitantes miran desconcertados la sala vacía: la fiesta se desvaneció junto con las novias, como si se hubieran llevado consigo.

<< Capítulo 3
capítulo 5 >>